Un futuro no muy lejano 2

Una utopía realizable.

Jesús y Antonio siguieron caminando por el bosque de ribera junto al río, unos centenares de metros, hasta llegar a la desembocadura de un arroyo cruzado por algunos puentes de madera prácticos y decorativos a la vez. Al haber algunos pequeños estanques con nenúfares rodeados de sauces llorones acariciando la superficie de las aguas con los extremos de sus ramas aquello se parecía a los jardines que en su día pintó Monet.
– ¡Qué preciosidad! – dijo Antonio.
– Se trata de la rambla del Chorrico, vamos a seguirla hasta la ciudad. Te gustarán los cambios aunque la historia es trágica. -respondió su amigo.
– ¿Trágica? ¿Qué ocurrió?
– Se veía venir. No se puede construir en una rambla y confiar en la suerte. Hace nueve años se produjo una lluvia como nunca antes habíamos visto. Casi trescientos litros por metro cuadrado en apenas dos horas cayeron. La rambla bajó arrastrando árboles, coches y trozos de casas. Cuando llegó a la Avenida del Chorrico socavó la carretera y algunas de las cimentaciones de los edificios que habían allí y ya puedes imaginar. La lista de varios centenares de víctimas se encuentra en un rincón sombreado del Parque de la Compañía. Allí les levantaron un monumento. Tras la catástrofe vinieron las lamentaciones, las acusaciones y afortunadamente las soluciones. Se decidió devolver al agua su espacio. Demoliciones, excavaciones y finalmente una espina dorsal verde para la ciudad. Con efectos inesperados pero afortunados como la bajada de la temperatura máxima en verano de 4ºC en la calle. Lo que supone un ahorro en energía sustancioso. Ahora tenemos una ciudad más habitable, menos peligrosa y más feliz.
-Visto así parece una bendición en lugar de una tragedia. Lo lamento por los que cayeron.
Siguieron caminando en dirección a la ciudad. Podían haber utilizado una de las bicicletas asistidas que de forma gratuita ofrecía el pueblo, pero prefirieron caminar lentamente. Circulaba un fino hilo de agua en el fondo del cauce. En los pequeños remansos habían algunas anátidas, gorriones y pequeñas aves insectívoras protegidas por una vegetación exuberante. En la mayoría de los árboles altos se veían cajas nido, para pájaros o para murciélagos. También había elementos para impedir la escalada de ratas y gatos, aunque este tipo de animales se veían cada vez menos.
Al llegar al Parque de la Compañía, Antonio quedó sorprendido por el gran cambio que se había producido en él. Nuevos árboles y arbustos de especies autóctonas locales. Agua en las zonas de huerta gestionadas con la ayuda de vecinos jubilados. Incluso la noria funcionaba de forma práctica. Junto al monumento a los del Chorrico un verdadero aluvión de flores crecían, convirtiendo la memoria en belleza.
– Y tú, ¿qué has hecho estos años? -Preguntó Jesús
– He estado colaborando en la GMV.
– ¿GMV? ¿Qué es eso? ¿Una multinacional?
– En cierta medida sí. Se trata de un proyecto de muchos países para frenar el avance del desierto del Sahara y del Sahel. Participan once países: Burkina Faso, Yibuti, Eritrea, Etiopía, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Sudán y Chad. GMV significa Gran Muralla Verde. Consiste en crear una barrera verde frente al avance del desierto. En total tendrá unos ocho mil kilómetros de largo por quince de ancho. Aunque creo que se va a ir ensanchando poco a poco. Cada vez estamos consiguiendo que más gente y países se impliquen. Acabamos de involucrar a la Unión Europea en el proyecto al demostrar que frena, en gran medida, la inmigración ilegal y el poder de las mafias que trafican con personas.
– ¡Parece una idea estupenda! ¿Y funciona? -Dijo Jesús con una cara expectante.
– Ya lo creo que funciona. Están plantando especies que necesitan muy poca agua como las acacias. Estas dan sombra a los pastos que crecen bajo ellas y los rebaños que pastan allí proporcionan el abono necesario para que nuevas plantas crezcan. Y el ciclo sigue y sigue. A su vez la vegetación sirve de freno a las frecuentes tormentas de arena al tiempo que disminuye el albedo de la región favoreciendo un descenso de la temperatura.
– ¡Parece un plan perfecto!
– Sí. Sólo falta voluntad y dinero.
– Para eso estas tú, ¿no?
– No es fácil pero estoy satisfecho con mi trabajo.
– Y ese tipo de proyecto ¿se podría implementar en esta región que al igual que la provincia vecina de Almería están amenazadas de desertificación?
– Por supuesto que si.
– ¿Y que habría que hacer?
– Plantar.
– Bien, ¿y qué hay que plantar?
– Primero especies de rápido crecimiento, autóctonas a ser posible, para después sustituirlas por otras más estables. Por ejemplo, pino carrasco o arbustos del tipo quercus para más tarde, cuando el suelo esté lo bastante fuerte, ser sustituidos por algarrobos, alcornoques u otras especies de la zona que no sean pirófitas para no atraer incendios. El sotobosque ya se iría poblando de forma natural. El pastoreo extensivo sería recomendable para este tipo de hábitat.
■ Paco Tortosa
La Tina de Cosa
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