MOLINA

Adiós a Mariano Fernández, el poeta más grandioso que dio Molina de Segura.

Mariano el poeta fumando portada
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Paco Ayuso

El martes 12 de noviembre despedíamos a Mariano Fernández Sánchez (1949-2024) el poeta más grande que dio nuestra tierra, y que ganara en 1970 el premio nacional más importante de poesía, el premio Adonáis, que, entre otros ilustres, adornó las vitrinas del mismísimo Antonio Gala. Hijo de Pepe “el sentao” y Maria “la cipota”, nacía en 1949 y viviría en la calle San Francisco, perteneciente a una familia culta con grandes carreras, el estudio en el seminario de Loja, en la provincia de Granada, donde curso la carrera de magisterio, persona culta, amable y educada.

Su primera poesía la escribiría con tan solo 9 años, en 1959, pero sería a partir de 1965, en su adolescencia, cuando comenzó a escribir sus versos y poseías de verdad, para ya en 1970 haber escrito más de 80 poemas y poesías. Precisamente en el año 1970, sin padrino ni editor, se presentaba a uno de los premios literarios más importantes de este país, como el premio Adonáis, que terminaría ganando, premio ganado por ilustres como Antonio Gala, como hemos comentado anteriormente. Un año antes, en 1969, había creado en Molina de Segura una revista, cuando estaba preparada para imprimir, se suspendió su tirada por falta de fondos.

Pero lo peor, estaba por llegar para este genio de la poesía, cuando años después de sus éxitos en la poesía, se le rompía una vida llena de proyectos de una mente culta y prodigiosa, una enfermedad psicológica sería tratada de la peor manera en la aún España profunda, con los métodos de la época, donde estas enfermedades, como las de la homosexualidad se trataban con descargas eléctricas, métodos que a quien los utilizaba hoy merecerían una cadena perpetua revisable, o tal vez, no revisable. Con unos camilleros de la época que eran auténticos cavernícolas y que maltratan a los pacientes, todas estas secuelas, unidas a la enfermedad, quedaron marcadas en Mariano, que le dejo un andar torcido y tembleque en una de sus manos malformada, por aquellas barbaridades, por las que tuvo que pasar, cuando apenas era un treintañero.

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Pero Mariano volvió a casa, perdió muchos de sus recuerdos en esa culta cabeza, pero en su mente intacta quedaron sus poesías, que te recitaba si sé lo pedias con educación, seguía siendo un hombre amable, culto y educado, para convertirse como parte del paisaje de nuestro pueblo, frecuentaba principalmente la plaza Eduardo Linares Lumeras, siempre conocida como “la plaza roja”, donde era asiduo en el bar “Sol y Sombra”, aunque nosotros le decíamos el “Solis”, paseo Rosales donde era más ilustre que la palmera, plaza del Casino, calle Estación… eran sus lugares preferidos. Fumador empedernido de tabaco negro, y porque no decirlo, aficionado a las tragaperras, como tantos otros en los años 80 y 90, como de principio del siglo actual, donde antes de echar una moneda, se persignaba. Siempre con una sonrisa con su única paleta, por tu nombre te pedía un cigarrillo, o una moneda para un café, hombre madrugador, bien temprano se le veía ya por las calles de Molina, recuerdo cuando unas fiestas de Molina de Segura, allá por el año 1997 aparecían por la barra del Chevy a la cinco de la mañana, Mariano acompañado de otro ilustre como Antonio, conocido como el Tejero, fue un momento mágico y divertido, de dos personajes, que la vida se la partieron por dos, pero que la calle les daba la vida.

Incluso poso para una fotografía, que terminaría ganando un premio, y que estuvo expuesta muchos años en el centro de la cerámica, sería por el año 2000, cuando Mariano fue fotografiado desde lo alto, con su típica sonrisa, su paleta y su cigarrillo en mano, y es que Mariano Fernández, siempre fue genio y figura.

Tras el fallecimiento de su madre, terminaría los últimos años de su vida en la residencia del Imas en el Palmar, donde fue tremendamente feliz, custodiado siempre por su sobrino José Ángel, que se convertía en su tutor y Ángel de la guarda,  lo cuido hasta el último día de su vida. José Ángel, acompañado de su mujer María y su familia, siempre muy pendiente de Mariano, lo recogían a menudo de la residencia y se iban a pasar el día juntos. Mariano fue muy feliz en la residencia, dejo de fumar y disfrutaba como ninguno, de las múltiples actividades, ahora se nos ha marchado y seguro que deja tristes a sus últimos compañeros de viaje, amigos y paseos por la residencia, como antes aquellos paseos los hacía por el Paseo Rosales, seguro que aún les relataba alguno de sus versos, como aquel que narraba de sus labios: “eras tú quien solías encender esas voces, esas voces que me matan, esas voces con tu olvido”.

Mariano Fernández Sánchez no puede caer en el olvido en su adiós, aquel gran poeta que dio nuestra tierra, Molina de Segura y el paseo de las letras, sin duda le deben una placa, una placa donde brille el nombre de Mariano Fernández Sánchez, el mejor poeta que ha dado Molina, hasta siempre amigo y entrañable para tanta gente, de nombre Mariano, o tal vez como te decíamos cariñosamente Mariano Suflayo, Molina nunca ya será la misma, sin ver por sus calles al que más bellos versos narro en nuestra villa.

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